Carnicas Mulas
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23/07/2018
Sobre lo bueno, se añade un palo
Si quieres convertir una comida en una fiesta, ensartar las comidas en un palo es un recurso valioso y sugerente.
No sin cierta ironía autocrítica, en España hemos presumido siempre de ser los reyes de generar inventos con el simple método de añadir un palo a algo ya inventado. Así aparecieron sucesivamente el futbolín, el chupa chups o la fregona. Hay quien, no con menor grado de ironía, añade que esta derivada es la parte positiva de una tendencia muy española, la de poner palos en las ruedas para que nada se mueva. Otros cuestionan que tales inventos correspondan en realidad a diseños realizados por españoles. Otra cosa es la patente o la comercialización, de eso, al parecer, no hay dudas.
La gastronomía también se ha servido del recurso del palo, y lo ha hecho en tantos sitios que no cabe que nadie se atribuya el ingenio como propio. Así, en el sudeste asiático llaman satay a un ensartado de trozos de carne en un palo de bambú; los japoneses lo llaman yakitori o kushiyaki y originalmente la carne usada era de pollo aunque en la actualidad existen ‘yakitoris’ de todo tipo de carnes; los portugueses lo llaman espetada; espeto sería el nombre que en la española Málaga se utiliza para un ensartado similar pero de sardinas… En España, y debido a su origen árabe, se denomina pincho moruno a algo similar pero que tiene una característica particular: la carne está adobada con pimentón. Sin embargo, en nuestro país, cuando lo que se inserta en el palo no está adobado, recibe un nombre, brocheta, que procede de Francia. En el idioma de Moliere, Brochette significa pincho y hace referencia a ese palo en el que se van clavando los pedacitos de carne intercalado, al gusto de cada cual, por verduras asadas.
Estas brochetas son un recurso sencillo que permite saborear los productos de Cárnicas Mulas al aire libre. El palo no es un capricho, es la forma de poder prescindir del cuchillo y el tenedor, la manera de poder disfrutar de la ternera de la Valmuza, de la carne de ibérico o de cordero en un espacio abierto y bien acompañado.
Seguramente, cosas que ya estudió Pavlov, el de los reflejos condicionados y los perros que salivaban al escuchar el sonido de una campana, si usted tenía un poco de hambre cuando se puso a leer esta modesta nota, a estas alturas su estómago está reclamando insistentemente ser saciado. No se prive, una brocheta se prepara en un momento y colmará el deseo del estómago protestón a la par que dejará a su paladar satisfecho. La clave está, claro, en poner un palo en algo ya inventado y que ya era bueno por sí solo.
La gastronomía también se ha servido del recurso del palo, y lo ha hecho en tantos sitios que no cabe que nadie se atribuya el ingenio como propio. Así, en el sudeste asiático llaman satay a un ensartado de trozos de carne en un palo de bambú; los japoneses lo llaman yakitori o kushiyaki y originalmente la carne usada era de pollo aunque en la actualidad existen ‘yakitoris’ de todo tipo de carnes; los portugueses lo llaman espetada; espeto sería el nombre que en la española Málaga se utiliza para un ensartado similar pero de sardinas… En España, y debido a su origen árabe, se denomina pincho moruno a algo similar pero que tiene una característica particular: la carne está adobada con pimentón. Sin embargo, en nuestro país, cuando lo que se inserta en el palo no está adobado, recibe un nombre, brocheta, que procede de Francia. En el idioma de Moliere, Brochette significa pincho y hace referencia a ese palo en el que se van clavando los pedacitos de carne intercalado, al gusto de cada cual, por verduras asadas.
Estas brochetas son un recurso sencillo que permite saborear los productos de Cárnicas Mulas al aire libre. El palo no es un capricho, es la forma de poder prescindir del cuchillo y el tenedor, la manera de poder disfrutar de la ternera de la Valmuza, de la carne de ibérico o de cordero en un espacio abierto y bien acompañado.
Seguramente, cosas que ya estudió Pavlov, el de los reflejos condicionados y los perros que salivaban al escuchar el sonido de una campana, si usted tenía un poco de hambre cuando se puso a leer esta modesta nota, a estas alturas su estómago está reclamando insistentemente ser saciado. No se prive, una brocheta se prepara en un momento y colmará el deseo del estómago protestón a la par que dejará a su paladar satisfecho. La clave está, claro, en poner un palo en algo ya inventado y que ya era bueno por sí solo.
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